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Tiempo de abrazar
El abrazo es una forma de comunicación muy poderosa y cuenta con importantes beneficios a nivel emocional, que de todos son conocidos, pero su efecto va mucho más allá del momento del abrazo en sí, contando también con beneficios a nivel físico y mental.
Investigaciones sugieren que dar y recibir abrazos mejora nuestra salud: reduce el estrés y mejora la función inmunológica
Beneficios físicos
Múltiples investigaciones aseguran que dar y recibir abrazos mejora nuestra salud. Uno de los beneficios más notables es la reducción de los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Esta reducción no sólo reduce el estrés a corto plazo, sino que también tiene efectos positivos en la salud a largo plazo, ya que el cortisol elevado está vinculado a enfermedades como la hipertensión y las enfermedades cardíacas.
Además, el contacto físico, incluido el abrazo, estimula la liberación de oxitocina, una hormona que reduce la presión arterial y mejora la sensación de bienestar, con lo que se puede mejorar la salud cardiaca y fortalecer el sistema inmunológico.
Este efecto ayuda a proteger al cuerpo de diversas enfermedades y contribuye a una vida más larga y saludable.
Beneficios emocionales
El bienestar emocional es imprescindible y los abrazos ayudan a conseguirlo. Éstos pueden producir una sensación de calma y bienestar, llegando las personas que los reciben frecuentemente a experimentar menos emociones negativas en días de conflicto o estrés.
Los abrazos son efectivos para reducir la ansiedad y los síntomas de depresión. Varios estudios sugieren que los abrazos y el contacto físico disminuyen la activación de la amígdala, la región del cerebro asociada con el miedo y la ansiedad.
Por otra parte, al liberar oxitocina -que fortalece los lazos sociales- son fundamentales en el desarrollo de la confianza y el apego.
Beneficios mentales
Dar o recibir un abrazo genera bienestar en el momento de hacerlo, pero también ayuda a más largo plazo. Por ejemplo, ayuda a la capacidad de las personas para manejar el estrés. Es la teoría psicológica del “refugio seguro” que considera que los abrazos proporcionan un soporte psicológico inmediato y tangible que mejora la capacidad de una persona para enfrentar situaciones difíciles, lo que se traduce en una mejor regulación emocional y menor reactividad al estrés. Por otra parte, el contacto físico regular y la liberación de oxitocina pueden ayudar a proteger contra el deterioro cognitivo en la vejez.
Además, los abrazos influyen en la percepción de uno mismo, contribuyendo a desarrollar una autoimagen positiva y aumentar la autoestima, especialmente en jóvenes y niños.
¿Preparados para abrazarse?