A todo ritmo

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Escuchar música es un placer.

No sabemos por qué, pero cuando estamos tristes escuchamos música melancólica y cuando nos sentimos felices, ritmos que alimenten aún más esa emoción. La música, por tanto, refleja nuestro estado de ánimo, pero también puede influir en él.

Desde que somos muy pequeños, la música y todos sus componentes -tono, melodía, ritmo- influyen en nuestro estado de ánimo, por ello se utilizan las nanas para calmar a los bebés

La respuesta, como no, está en nuestro cerebro. La música activa las áreas cerebrales relacionadas con las emociones, como la amígdala y el sistema límbico, generando respuestas emocionales y físicas. También activa la secreción a nivel cerebral de endorfinas, los neurotransmisores relacionados con el placer y la felicidad.

Además de esto, influye sobre otras funciones como el ritmo respiratorio, cardiaco y otros ritmos biológicos, permitiendo, por ejemplo, disminuir la ansiedad o favorecer la conciliación del sueño. Gracias a ella, podemos mejorar la afectividad, el desarrollo, la expresión y el equilibrio emocional, la manifestación y resolución de problemas o inquietudes, la conducta, la motricidad, la percepción, la autoestima, la comunicación…

¿Es igual para todos?

A pesar de que cada persona tiene unos gustos musicales y que determinada música le hace sentir ciertas emociones determinadas, existen unos patrones generales comunes a casi todos.

  • Los timbres agudos activan ciertas áreas de nuestro cerebro y, puesto que hay más neuronas en estas áreas que detectan los tonos agudos que los graves, estos timbres tienden a excitar y tonificar, haciéndonos sentir enérgicos, eufóricos… Por ello, las notas de una escala mayor – más agudas- estimulan el movimiento, la alegría y la expresión de manera externa.
  • Las notas de menos escala se relacionan con sentimientos de tristeza o sentimientos más profundos. Aunque parezca paradójico, cuando tenemos un estado de ánimo bajo, en ocasiones, escuchar música triste nos hace experimentar una sensación de bienestar y placer, al percibir que dicha música está en sintonía con nuestros sentimientos.

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