Sabor de ¿amor?

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El sabor, esa cualidad de una sustancia que percibimos a través del sentido del gusto. La mayoría no sabemos muy bien cómo funciona ni por qué, pero sabemos que hay cosas que nos gustan y otras que no. O cosas que nos gustan de una determinada marca o que aborrecemos de otra. 

Pero podemos tener algo de luz a través de los test de sabor realizados con neuromarketing. Ha llovido mucho desde los test ciegos o el famoso estudio de Passman, hoy se hacen test de producto en entorno real, como restaurantes en los que el salón puede estar lleno. Para ello, se usan dispositivos NIRS, eye-tracking y pulsómetros y galvanómetros, a lo que se suma la electrogastrografía, herramienta consistente en un sensor que se coloca en el vientre y que mide el movimiento del estómago. Gracias a ello, obtenemos información muy valiosa cuando “comemos por los ojos”, o sea, cuando el estómago comienza a secretar jugos gástricos al ver el alimento.

Todas estas herramientas se sincronizan a través de una plataforma de forma automática, de forma que ésta calcula los retardos de cada una. De este modo se puede analizar, además del packaging del producto (o su presentación en caso de platos en restaurantes) el sabor de los mismos, de forma que sirva al fabricante (o productor) para decantarse por una u otra receta.

Hoy día se hacen de forma habitual test de sabor de cualquier producto, ya sea sólido o líquido, pero la prueba se complica un poco porque para poder afirmar que la reacción que se mide corresponde al sabor y no a otros estímulos, debe haber sido diseñada de forma que se puedan descartar esos otros factores. 


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